A partir de qué momento tiene sitio en la orquesta
Las primeras apariciones del clarinete en la orquesta se remontan a 1716 -poco tiempo después de ser inventado- en el oratorio “Juditha Triumphans” de A. Vivaldi. En un principio no había especialistas que tocaran este instrumento: era frecuente que los oboístas realizaran las intervenciones esporádicas del clarinete y del chalumeau. También fue utilizado en la orquesta barroca por Telemann, Caldara, Conti, Faber…
Rameau fue el primero en componer para una pareja de clarinetes con un peso específico en la orquesta en su obra “Acante y Céphise” (1751).
Pero será en el Clasicismo cuando el clarinete adquiere su verdadero protagonismo como voz principal dentro de la orquesta, recibiendo un tratamiento al mismo nivel del resto de instrumentos de viento-madera. Los compositores de Mannheim Johann y Carl Stamitz, contribuyeron de manera muy especial al desarrollo e implantación del clarinete en la plantilla orquestal. La orquesta de Mannheim debió contar con magníficos clarinetistas, que llegaron a sorprender al mismo Mozart, quien escribe en 1778 a su padre:
“… no puede imaginar la belleza del sonido del clarinete. Ah, si los tuviéramos en nuestras orquestas…!”.
Sin duda Mozart ha supuesto un verdadero hito en el tratamiento del clarinete a todos los niveles: como solista, en la música de cámara y en la orquesta. Su relación con el magnífico virtuoso del clarinete Anton Stadler, con quien mantenía lazos de ‘hermandad’ por la vinculación de ambos a la masonería, ha sido crucial para la creación de uno de los repertorios más impresionantes escritos para un instrumento de viento.
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